No todos los aceites vegetales son iguales.
Solemos pensar que todas las grasas son malas, pero no es así.
Algunas de ellas ayudan a mantener nuestro corazón sano.
Otras, con un consumo en abundancia y sostenido en el tiempo, pueden ser fuente de trastornos metabólicos, y por ello debemos limitar su consumo.
Entre las grasas vegetales recomendables encontramos el aceite de oliva, el de girasol y las nueces.
Entre aquéllas de las que deberíamos limitar su consumo está el famoso aceite de palma.
Es esencial saber distinguir las grasas que consumimos a diario.
Y por ello la Unión Europea ha estimado recientemente en su Reglamento Europeo 1169/2011 Sobre la información alimentaria facilitada al consumidor que los aceites refinados de origen vegetal han de indicar el origen específico vegetal. Es decir, no solo “grasa vegetal”, sino también su apellido.
Aceite de palma, por ejemplo, palmoleina, oleina de palma, aceite de palmiste, Elaeis guineensis… distintos nombres del mismo producto.
Una afortunada medida para los consumidores, que de esta manera podremos leer el etiquetado y decidir en consecuencia.
Pero empecemos por el principio:
¿Qué es el aceite de palma y por qué debemos limitar el consumo de productos que lo lleven?
El aceite de palma es un aceite de origen vegetal que se obtiene del fruto de la palma africana o aceitera (Elaeis guineensis).
Su omnipresencia en la industria alimenticia se debe a su alta temperatura de fusión: El aceite de palma es sólido a temperatura ambiente, sedoso y untuoso, para mantener la apariencia de las coberturas de chocolate, y – principalmente – a que es más económico que sustitutos como el aceite de soja.
Al impacto medioambiental, social y político de su producción se añaden los riesgos de las altas temperaturas a las que es sometido para mejorar su sabor y olor y eliminar su color rojizo. Por eso en nuestros procesos homologados de compras, validamos el tratamiento de las grasas que realizan los fabricantes, evitando en la medida de lo posible aquéllos a máximas temperaturas.
Tres trucos para limitar el consumo de aceite de palma.
1. Reduce en tu dieta los alimentos procesados.
Si no eres de los que leen las etiquetas, un truco sencillo para aminorar el consumo de aceite de palma es evitar los alimentos procesados. Además de su limitado valor nutricional estarás sorteando sus altos contenidos en sal y/o azúcar.
Si eres amante de las chocolatinas, encuentra alternativas. Resérvalas para momentos puntuales. Sustitúyelas en tu día a día por frutos secos sin procesar. Y por opciones con menos de tres ingredientes en su composición.
2. Elige productos alternativos.
Cada vez hay más.
Desde nuestro compromiso por contribuir a una alimentación saludable nuestro Comité de Producto está en continua búsqueda de alternativas sin aceite de palma ni grasas hidrogenadas. En contacto directo con las marcas para incorporar sus reformulaciones tan pronto salen al mercado.
En la actualidad más de un 30% de nuestras referencias con chocolates y bollería ya son sin aceite de palma.
De esta forma podemos dar respuesta a las inquietudes que nos han planteado desde colegios, institutos y entidades públicas, donde el acceso a productos para públicos infantiles sin aceite de palma es una prioridad.
3. Mira en el lado izquierdo de nuestras máquinas de vending.
Para facilitar la identificación de nuestros productos sin aceite de palma, con menos calorías o con menos grasas saturadas, fuente de fibra, sin azúcares añadidos, sin gluten, naturales, bio y de comercio justo, hemos puesto en marcha nuestro programa de Alternativas Cuídate.
Un sistema de identificación propio y un esfuerzo logístico por situar en el lado izquierdo de nuestras máquinas las opciones más saludables.
Es nuestra manera de ayudarte a cuidarte.
Si aún no estás suscrito a nuestro programa, no dudes en contactarnos.
